jueves, 22 de octubre de 2009

Chocchi:Pintando un paisaje en medio de los Andes (alrededores de la casa de mi padre)

Alrededores de Chocchi


Flora de la zona


Casa de mi padre



Alrededores de la casa



Pagapu



Flora de la zona


Chocchi por la mañana
(Casa de mi padre)


Temprano en la mañana del octavo día teníamos que ir a casa de mi padre, porque el tiempo se nos hacía corto. La presencia de Lima perturbaba nuestros deseos y aunque hubiéramos preferido quedarnos toda una vida en aquella casa derruida, no se podía dadas las circunstancias. El día anterior habíamos conversado con mi tío Raymundo y ya me había dado las indicaciones de cómo llegar a su casa. ¡Entre aquellas dos quebradas! Me dijo. Yo la verdad me quedé perpleja por su lejanía, pero ni siquiera aquello pudo detenernos al día siguiente. La mañana se presentaba muy brillante e iluminada, nos acompañaban la tía Amanda, el tío Filemón y mi tía Rosa. Ellos sabían donde quedaba también la casa donde había nacido mi padre. Amanda quería ver también la casa donde había nacido la suya. Así pues, pusimos pies al camino…las dos llevadas por las ganas de ver nuestras raíces. El camino estaba lleno de campos que descansaban la tierra, borricos, pollinos, que nos miraban con curiosidad. Así mismo encontramos lugareños que eran bastante amables, siempre saludando, siempre dando los buenos días. Mientras avanzaba, pensaba en Lima. Allá nadie saluda me decía a mí misma. La flora y la fauna me animaba a avanzar más rápido, el murmullo de un río lejano me llamaba, el viento parecía empujarme, las suculentas agresivas me rasgaban el traje, imperturbable seguía afianzando mi camino. Después de un tiempo, de observar piedrecillas en el camino, el color de la tierra roja, las grandes rocas de la montaña, unas plantas extrañas que no se parecían al ichú que ya conocía de antes, mi pensamiento se perdía entre la quebrada, delatando un poco mi ansiedad. Caminar, caminar me repetía más rápido, pero debemos esperar a nuestros mayores siempre.
Finalmente llegamos, a lo lejos pude observar una casa derruida, apenas parecía mantenerse en pie, después de varias décadas de abandono. En un balcón descansaba un baúl pequeñísimo, que mi tía Rosa dijo que era de mi abuela. La cocina totalmente destruida, sin techo, en un rincón el lugar donde mi abuela cocinaba. Milagros diciéndome que haremos el pagapu en ese lugar, porque es mejor hacerlo en la cocina, puesto que mi abuela pasaba más tiempo allí. Amanda oyéndonos hablar…dice tu abuela siempre hacía pagos a la tierra…eso me hace pensar más cosas…mi tía Rosa sólo quiere una foto con la casa de su madre, y eso lo repite muchas veces, así pareciera que quiere evitar su destrucción, no quiere borrar sus recuerdos.
Yo a lo lejos escucho solamente al viento que me habla, creo que son las voces de mi padre y de mi abuela. A mi padre le gustaba atrapar pájaros de niño, era bien malo con ellos. Supongo que ahora se ha convertido en el pájaro Huísh huísh del que me habló el tío Raymundo. Él me dijo que ya no cantaba, que había desaparecido, yo me imagino que mi padre también ha desaparecido entre las dos quebradas y que me llama a gritos diciendo mi nombre, recuerdo haber peleado con él infinidad de veces, así somos los hijos. Pero ahora sola en este campo de eucaliptos gigantescos, en medio de la quebrada, trato de atrapar el sonido del viento en la grabadora, creyendo que así me puedo llevar a mi padre de regreso a casa, para que rija de nuevo la justicia en casa. A su casa fui para recordar quien soy, para ver su tierra colorada y fuerte, para saber que los eucaliptos, el viento, los pájaros, me acompañaran siempre en mi propio camino.

22 de octubre de 2009


Nota: Sobre el Trabajo de investigación para recopilar testimonios y la tradición oral del Callejón de Conchucos (Ancash), que realizo junto con la profesora sanmarquina Milagros Carazas, el presente año.

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