miércoles, 13 de enero de 2010

Subida de un cerro en Boca Negra

MC en Boca Negra

Camino a las chacras en Boca Negra



TAD en Boca Negra





Nos levántamos ese día con mucho ímpetu como siempre, decidimos dirigirnos hacia Boca Negra, afortunadamente el sol y la lluvia habían decidido descansar ese día, el camino estaba un poco enlodado por la lluvia del día anterior, pero eso no dificulto nuestras ganas de subir aquel cerro, como siempre yo retando a MC para que lo subiera conmigo, cuando avanzabamos unos metros debido a los cactos, piedras y barro descansabamos un instante y luego continuabamos, en esos instantes de descanso tan preciado aprovechabamos para tomar fotografías de insectos, pues las aves ese día se nos escaparon de manera copiosa. El camino de subida lo hicimos con las hormigas come-hojas, que nos acompañaron devotamente, MC insistía en que no las pisaramos, yo me preocupaba de no resbalarme y caer unos 20 metros hasta las piedras, buscando una rama dura con la cual subir, pero la lluvia se había encargado de destruir con su humedad lo que quedaba de las ramas en aquella tierra amarilla y rojiza. Las piedras de una perfección extraordianaria las tengo aún en mi mochila, pues detesto dejar piedras tan hermosas en un lugar al que será difícil volver de nuevo, siempre recolectamos piedras, plumas y arena a los lugares donde viajamos, en casa tengo demasiados frascos llenos de arena, como la de la casa de Neruda en Isla Negra por ejemplo. Y en este viaje a Piura estoy recolectando piedras de todo tipo como el pedernal, que los hay en color rosado, beige, amarillo, verde, entre otros en la zona de La Pilca, y que también tengo en mi mochila. Volviendo al cerro de Boca Negra, al llegar a la cima, pude divisar un hermosa aguila, lamentablemente no pude tomarle una fotografía, pues la cámara se encontraba con MC y ella aún no llegaba a la meta pactada, cierto es que yo me quede sin aliento, pero bien valio la pena, ver esa perfecta ave volando a 3 metros de mi persona. Cuando llegamos pudimos que tras aquel cerro se encontraba Maray, otro pueblo dedicado a la agricultura, pero era ya el mediodía, y con aquel sol tirano tuvimos que bajar cuesta abajo, casi ya sin piernas y riñones. Pero bien valio la pena.

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