miércoles, 6 de octubre de 2010

Los otros ojos de Efigenia

Bailarines en centro poblado La Quebrada
Fieles en en centro poblado La Quebrada


Santa Efigenia


En plena primavera, decidimos junto con Milagros Carazas visitar Cañete, para ver a Efigenia, una santa muy querida en el sur. Mi curiosidad al respecto era mucha, pues no había podido ver hasta ahora el sur y a sus afrodescendientes, por lo que deseaba ir, además, de que la primavera suele dar otra sensación a los viajes. Cuando partimos de la calle Montevideo, salimos ya muy tarde, pero a pesar, del cansancio pude observar en nuestro camino de regreso muchas aves en nuestro litoral. Las aves siempre acompañan mis días y sin ellas los viajes no son viajes. La santa persistía en mi cabeza. Cuando llegamos ya era de noche, aún así fuimos a verla, mucha gente todavía no llegaba a la festividad, pero la santa me impresiono desde que la vi, raro en mi persona, pues no creo mucho en ese tipo de cosas... pero su mirada me cautivo. La festividad de Efigenia como todas las festividades, llena de la algarabía de la gente, de música, tendría que llegar más tarde, pero la verdad el cansancio vencía mis piernas. Me despedí de la santa, Milagros parecía hablarle al oído y rezarle. Menos mal prevaleció mi cansancio y regresamos al hotel.
Al día siguiente fuimos a Efigenia nuevamente, la misa y todos los feligreses estaban en extásis con la santa, yo cargando un árbol de palto de acá para allá, Milagros tomando fotos. Sonaly Tuesta hacía su programa para el canal 7... por cierto nos dijeron que saldría en un mes. Milagros cruzo un par de palabras con ella. Yo observando todo de lejos como siempre, así me gusta, observar a la gente y sus motivos de vida. Luego bailaron algunas muchachitas afrodescendientes. Cansada de nuevo de estar con el árbol de acá para allá, volvimos a la ciudad. Pero está vez me quiero concentrar en este Chifa, y Uds. dirán, ¿por qué hablar de un Chifa? Ahh!! muy simple allí sentada, abstraída en sus pensamientos tomaba nota sobre Efigenia, un músico tocaba la zampoña y la armónica. Ella lo escuchaba, relajada en sus asuntos. Yo concentrada en observar al músico, Milagros absorta no podía ver al músico, que sacaba una presa, de un comensal que la había dejado, se la metía al bolsillo. Pensaba en la abstracción de Milagros, en cómo se concentra en Efigenia, mientras aquel hombre con su larga tristeza alarga con sigilo su mano para paliar su hambre. Quisiera que Milagros lo observará, para que sienta lo que yo siento, para que se introduzca este dolor en sus entrañas y dejé de lado por un momento sus pensamientos en Efigenia. Abrir los ojos a la realidad debería ser una constante en la vida de cada persona.

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