martes, 26 de julio de 2011

Viaje a Ica

Pobladores de Cabildo.




Coyungo. Escuela Gregorio Martínez Navarro. 2011.




Trabajadores en San Javier.





Coyungo. Escuela donada por la Familia Martínez.




¡Coyuuungo....!




Comunidad de Changuillo.



Poblador de Cabildo.



Esta Crónica se publica después de varios meses, debido a que el mismo fuera infectado con virus, siendo su recuperación bastante engorrosa. Espando su comprensión me despido.



Viaje a las comunidades afros del sur peruano

El interés de Milagros Carazas y la que escribe es comprender y rescatar la riqueza ancestral de estas comunidades, sobre todo su literatura oral. Después del estudio, se concluyó que existen muy pocas manifestaciones, que poco a poco tienden a desaparecer debido a la migración a la ciudad, la pobreza, la influencia de elementos externos como la migración andina y la influencia de los países desarrollados. En las siguientes líneas podrá Ud. seguir paso a paso el viaje realizado por ambas y además podrá comprender mejor la realidad de las comunidades afroperuanas en las zonas de Ica y Arequipa (Acarí).

Departamento de Ica: Comunidades afroperuanas

Estas comunidades se pueden subdividir de la siguiente manera:

Grupo 1: Las siguientes comunidades pertenecen a las inmediaciones de la propia ciudad de Ica y son las siguientes: Los Molinos, Pampa de la Isla, Parcona, Ranchería, Huamaní, Acomayo.

Grupo 2: A este grupo pertenecen las comunidades cerca de la ciudad de Palpa. A su vez por la zona de ubicación se pueden subdividir en tres grupos:

a) Grupo A (zona de Changuillo), donde se encuentran las comunidades de: San Javier y Juárez, Changuillo, San Juan, Cabildo y, finalmente, Coyungo.
b) Grupo B, conformado por la comunidad de La Lengua, cerca de Palpa, pero alejada de la zona de Changuillo y la zona del Ingenio.
c) Grupo C (zona del Ingenio), cuyas comunidades son las siguientes: La Banda, San José, El Estudiante, San Pablo y El Ingenio.

Por lo explicado pasaremos ahora al desarrollo de las diferentes zonas:

Los Molinos, Pampa de la Isla (Ica)

La ciudad de Ica es el centro de partida que usaremos para visitar Los Molinos este día.
Este pequeño pueblo se encuentra a 45 minutos de la ciudad de Ica y tratamos de encontrar como siempre personas de edad avanzada que nos puedan contar cómo eran las haciendas en épocas no tan remotas. La premisa es siempre que los ancianos sean de ascendencia afro, pero en los diferentes lugares que hemos visitado nos hemos encontrado con la amarga sorpresa de que los ancianos afros son cada vez más escasos, pues las familias afros han incorporado el factor andino en las suyas, por los que los nietos e hijos que se nos aparecen corriendo por la casa visitada no parecen muchas veces de ascendiente afro, pero al haber absorbido ellos la cultura andina han ingresado elementos provechosos, como el uso de ciertos instrumentos musicales como el violín (ya utilizado por la gente andina, que aprendió esto de los españoles), además la culinaria de los afroperuanos está influenciada por la andina. De otra parte la gente andina ha poblado no solamente Lima, sino también toda la costa peruana, siendo muy notorio esto en la ciudad de Camaná, por ejemplo; pero de esto hablaremos en otro momento. Regresemos a Los Molinos, es un pueblo pequeño, donde apenas se puede observar dos bodegas no muy bien provistas, la plazuela es muy tranquila, la iglesia derruida por el terremoto que hubo en Pisco. Las misas se realizan en la parte posterior, donde precariamente pueden escuhar al cura. Nuestro objetivo es encontrar a una familia afro, pero siempre al inicio es difícil y ya al acabar el día se solucionan las cosas. Tras un pequeño escrutinio, con un anciano de Los Molinos, nos dirigimos a Trapiche (ex hacienda), buscando a la familia más antigua: los Falconi. Al llegar a Trapiche, el único vestigio que queda de la misma, es una campana vieja y un patio lleno de flores donde juegan niños afroperuanos, con algunos rasgos andinos. Finalmente logramos contactas a dos nietas de los abuelos Falconi, quienes nos indican que debemos regresar a Los Molinos, pues los abuelos se encuentran en ese pueblo. El cansancio y el calor se niegan a llevarnos de regreso al pueblo. Preferimos ir al campo de maíz que se ve cerca de nosotras, el olor de las higueras, el canto de las aves nos llevan como hipnotizadas hacia aquel paraje quieto, aparatado de todo lo que representa la modernidad y la ciudad. Allí encontramos la paz deseada, MC grabando el gorjeo de los pájaros, yo atrapándolos en imágenes con la cámara. Pero ya el sol está sobre nuestras cabezas, debemos regresar a Los Molinos, al fin alguien nos dice que existe un barrio llamado El Congo, allí viven los Falconi. Allí encontramos a la apacible Doña Celestina, llena de vigor aún, cansada por momentos, nos cuenta cómo fue lo del terremoto, las casitas de barro cayeron casi todas, cómo vino a ayudarla alguien del gobierno, de quien había sido nana alguna vez hace muchos años y ahora pagaba la deuda adquirida con amor y caricias. Nos hablaba de los tiempos pasados, de cómo sufría la gente trabajando por centavos en la hacienda, y nos habla ahora de la nueva esclavitud que existe, pues los fundos siguen pagando una miseria a los campesinos y ni hay con quien quejarse. Además, tienen la competencia de la gente de la sierra, que recoge el algodón de la zona, ellos ganan 90 soles al día, la gente de por acá, refiriéndose a los afroperuanos ganan solamente 40 soles. Nada parece haber cambiado por esos lugares, nada. Doña Celestina tiene un hijo agrónomo, al menos en eso algo ha cambiado, pero no hay trabajo, apenas para sobrevivir, nunca para mejorar. Su hijo nos cuenta que antes era más la gente de El Congo, nadie entraba al barrio dice, ahora muchos han emigrado a Lima u otras ciudades para mejorar. Parece ser una constante en las comunidades afroperuanas, igual que la gente andina se trasladan para mejorar. En algunas comunidades se ha comprobado inclusive que no queda más que una familia, por lo que el mapa afroperuano que aparece en Internet, realizado por el señor Newton Mori debería ser actualizado, pues el mapa data de los años 90.
Horas más tarde decidimos ir a la comunidad de Huamaní, pero para eso debemos primero regresar a La Tinguiña. No tardamos mucho tiempo en regresar por nuestros pasos, pero la gente de La Tinguiña, nos informa que debemos regresar a las 4:00 de la madrugada o las 12:00 del mediodía, pues son las únicas horas en que sale el auto para visitar esas zonas. Será entonces para el día siguiente. Pero no deseamos detenernos aún tenemos algunas horas del día, lo utilizamos para dirigirnos a Pampa de Isla, otra comunidad afroperuana, se encuentra a 20 minutos de La Tinguiña. Allí logramos contactar a un anciano de nombre Julio Gutiérrez, quien también nos habla de los tiempos pasados, algunos de sus hijos han emigrado, vive en casa de su hija, con sus nietos. Se le ve un hombre bastante cansado, nos cuenta que antes habían zapateadores, pero ahora ya no queda ninguno, lo mismo nos habían dicho en la casa de Doña Celestina. Se quejan de que las nuevas generaciones no quieren zapatear, tampoco hay quien toque el violín. “Antes venían de la sierra músicos”, dicen; “con ellos podíamos zapatear mejor”.
Debemos regresar al hotel, mañana será otro día. Ahora es tiempo de descansar.

Parcona (Ica)

Cerca de la ciudad de Ica, se encuentra Parcona, a unos 5 minutos en auto, prácticamente han sido absorbidos por la ciudad, por lo que ya no parece una comunidad independiente. Encontramos algunos afroperuanos en la zona, pero no muchos, existe una clara influencia andina que pinta de diferentes colores a las diferentes comunidades. Aquello fue motivo de desasosiego, por lo que apenas nos quedamos una hora en un parque recién construido, desde donde pudimos observar a las diferentes personas que pasaban, es la mejor manera de poder comprender la idiosincrasia de la gente, observando su comportamiento. Aproveché para observar algunas aves bastante curiosas, a saber un colibrí de cola larga, primera vez que lo observo y los usuales gorriones. Pronto decidimos volver pues existen grupos de gentes ebrias a estas horas de la mañana, por lo que comprendimos no haber elegido el mejor lugar, volvimos de inmediato en taxi a la ciudad de Ica.

Ranchería y Huamaní (Ica)

Para llegar a Ranchería y Huamaní hay que levantarse muy temprano (3:00 de la madrugada por lo menos). Decidimos hacer primero una visita corta a Parcona y luego tomar el colectivo de mediodía. La pequeña combi que nos llevaba antes de salir propiamente de La Tinguiña, dio muchas vueltas por las diferentes casas para recoger gentes y paquetes (algo muy común en esta zona), por lo en realidad tardará 40 minutos más antes de partir hacia Ranchería y Huamaní. Después de pasar por campos llenos de árboles, un camino sin asfaltar, aparece de repente Huamaní. Consta apenas de 5 casas, podrían ser menos. Algunas recién están siendo reconstruidas por el Estado. ¡Vaya eficiencia! Solamente vemos maquinaria pesada y algunos curiosos. ¿Quién vendría a Huamaní? Si no hay nada en este pequeño paraje, en verdad es desolador. Decidimos no bajar, seguir hasta Ranchería. Por el camino una pasajera nos dice que más arriba hay más pueblitos ¡Imposible! pensamos, por acá debe ser imposible vivir, con estos malos caminos, sin agua, sin auto que pueda trasladarlos a cualquier hora, pero así es nuestro Perú. Por fin bajamos en Ranchería, apenas debe tener 7 casas, de nuevo debo estar exagerando. Acá debemos bajar, pues el auto sigue hacia adentro de la quebrada. Tratamos de conversar con alguien, pero todos se encierran en sus casas o están en el campo, pero por el acento que se escucha tras las paredes se intuye que son gente de ascendiente andino. Ahora tenemos que caminar 2 km. de regreso a Huamaní, pues el auto tardará apenas una hora en regresar a La Tinguiña, sino quedaremos atrapadas. Más adelante, sólo hay eucaliptos, silencio, aves gorjeando los sueños de los justos. MC camina muy ligero, siempre de prisa, yo prefiero ir hablando con las aves que me acompañan siempre y ese silencio que tranquiliza el alma trasladándola a lugares inimaginables. Media hora más tarde MC encuentra un grupo de gente que conversa, pero la observan con desconfianza, luego les habla un poco y ya parecen más tranquilos. Hay un campesino afro con una carabina que asusta a MC. Yo le digo: Así es la vida en el campo no te tienes que asustar. Los otros asienten y sonríen: “No se preocupe señorita es buena gente el moreno”. Yo me rio para mis adentras. Pero el campesino no está para conversaciones, su cara adusta, sus modales recios, se aleja subido en su tractor, después de todo quien hará el trabajo por él. Seguimos caminando, encontramos otras personas, pero el auto ya viene, es el último, debemos irnos, de cualquier modo se comprobó lo ya mencionado. Las familias afros han emigrado, las comunidades se están desintegrando, los hijos no quieren seguir las costumbres, todo cambia en el mundo, todo cambia para mal a veces.
La mayoría de la gente se fue por el terremoto de Pisco, muchos deseosos de un cambio, parece haber sido una buena excusa para salir de sus comunidades, pero la verdad es que el Estado se demoró tanto en ayudarlos que tuvieron que irse, los que tienen niños no pueden esperar la limosna del gobierno, deben irse rápidamente para mejorar la situación presente.

Acomayo (Ica)

El barrio de Acomayo no es más una comunidad separada de la ciudad de Ica, quien la ha absorbido por completo, siendo apenas un barrio cerca del río, al lado de un puente, lugar en que además la influencia de la gente andina vuelve a aparecer. Esto en realidad se está volviendo recurrente, por lo que apenas quedan comunidades como Zaña, donde la mayoría es gente de ascendente afro. Acá en Acomayo, apenas nos quedamos una media hora, pues en realidad son apenas 10 cuadras por 3. La mayoría son casas, con unos cuantos comercios. No hay más que analizar en esta zona. Regresamos de inmediato a la ciudad de Ica.


Palpa (Ica)

Nos alejamos bastante de la ciudad de Ica, ahora nuestro centro de aprovisionamiento será la calurosa ciudad de Palpa. Posee una plaza preciosa, quieta en medio de arcos, que me recuerdan la ciudad de Arequipa. Es pequeña, callada, esta placita hospitalaria, con algunos ancianos afro alrededor montando bicicletas muy antiguas. Las personas son muy amables, no siempre nos sucede así, a veces recelan la visita de los turistas, más de los investigadores, ya están cansados de ver pasar gente de las ONG de todo tipo y que no obtengan ningún beneficio de ayudarlas. La plaza posee una pequeña fuente, que parece instalada hace poco tiempo, pues todo el mundo quiere tomarse fotos con la fuente. Nosotras preferimos tomarnos fotos con la gran naranja que en medio de la plaza se ve muy pintoresca. Nos alojamos en un hospedaje alejado de la pequeña ciudad de Palpa, siempre buscamos lugares silenciosos. Este se llama Los Cocos y es justo lo que buscamos. Esa misma tarde decidimos ir a Llipata, al mirador, desde donde podremos ver unos geóglifos muy interesantes. Llipata apenas está a 15 minutos desde la ciudad de Palpa, debió haber sido un lugar sagrado alguna vez, sino por qué tan maravillosos dibujos. El viento fuerte nos acompaña esa tarde. La fuerza de la naturaleza mostrándonos la pequeñez de la raza humana. Pero nos llena de vitalidad, recargándonos con lugares sagrados como éste. Tomamos algunas fotos, disfrutamos del canto del viento, el cual queda grabado para la posteridad. Tomo muestras de piedras como siempre; MC, de tierra. Caminamos hacia la pista para esperar que algún auto pase y podamos regresar a Palpa. Mientras esperamos logro avistar un ave pequeña, muy parecida al Road Runner, corriendo como desesperada en medio del calor del desierto y esto que ya son como las seis de la tarde y no debería quemar tanto la arena. Yo grito, MC grita, dice que tiene el pico rojo. Yo sólo observé sus plumas del color de la arena, un poco crema, un poco tierra. Fotografiarlo imposible, hay momentos que no deben ser fotografiados, sólo recordados. Minutos después pasa un taxi en medio de la nada. Regresamos a Palpa, de nuevo a la plaza. Disfrutamos unos picarones que alguien vende cerca del centro.

Changuillo y comunidades colindantes

Para llegar hasta allí debemos pasar por varios pueblos. Pero hemos decidido comenzar por Coyungo, por lo que los nombres de las comunidades no son importantes ahora. Más tarde indicaremos al orden de las mismas. Tomamos primero la Panamericana sur rumbo a este pueblo que le trae melancolía a MC, pronto un letrero situado a la derecha nos indica que por aquel lugar se llega al pueblo de Coyungoooo y más adelante a puerto Caballa, pero nosotras solamente llegaremos hasta el primero. Este pueblo debe estar retirado unos sesenta kilómetros de la Panamericana, por lo que el viaje se hace un poco pesado, pues no es una carretera asfaltada, por donde se vea lo único que verá en el camino será arena y más arena tragándose el camino, algunos campesinos caminando con sus burros y un silencio casi sepulcral. A la mano izquierda cerca del río se pueden ir observando algunos mangos y ciruelos, pero eso sucede, porque es época de lluvia, el resto del año, todo está seco, esperando las aguas del siguiente verano. A la mano derecha podrá observar pequeños cerros de arena, con muchas piedras de colores, de muchos tamaños y formas brillando con el sol de la mañana. El pueblo de Coyungo resulta realmente pequeño, nostálgico para Milagros, quien lo observa en todos sus detalles, mientras pasea por su calles calladas, su gente desconfiada, en medio del incesante calor, dice que el estiércol de cuy y chivos le recuerdan sus visitas a la casa de sus abuelos en Camaná, lejana, para mí en esos precisos momentos. Me enseña afanosa la casa de los Martínez (Gregorio Martínez), la casa de Candelario Navarro, la verdad las paredes parecen caerse a pedazos, pero aún ella retiene todo en su mente, como si antes ya hubiera estado allí.
El siguiente pueblo que visitamos es Cabildo, antes llamado Fundo Cabildo, perteneció a la familia Picasso. Eso lo cuenta la familia Bolívar, una familia que MC ha encontrado celebrando bajo los árboles, ellos son muy sonrientes, risueños, amables. Milagros se queda un largo rato conversando con ellos, más tarde me incorporo yo. Ellos dicen que las tierras donde viven no les pertenecen, que no tienen títulos de propiedad. Además nos dicen que existe un negociado en lo que se refiere a las tierras de cultivo. Cuentan que las compró el Bco. Latino después de la Reforma Agraria y que ahora existen otras personas tratando de comprar todo el valle.
Más tarde reanudamos el viaje de retorno, ahora hacia el poblado de San Juan, pero apenas hay gente, por lo que seguimos camino rápidamente. Ahora visitaremos Changuillo, pero cuando llegamos a éste confirmamos nuevamente lo pequeño del pueblo, que a estas horas está prácticamente deshabitado por lo que reanudamos de nuevo el camino. Como es zona netamente agrícola es difícil encontrar pobladores, casi siempre se pueden encontrar a los ancianos, pues estos ya se encuentran retirados de la faena diaria y es con ellos que finalmente conversamos para lograr entender un poco más a las comunidades. Este lugar es famoso por una batalla para lograr la independencia que sucedió en estas tierras tan lejanas. Tarea suya buscar al respuesta.
Ahora nos dirigimos a dos pueblos que prácticamente lindan por metros, se trata de San Javier y Juárez. En este lugar MC logra conversar con un anciano de ascendencia andina, el Sr. Quispe, oriundo de Espinar (Cuzco), lo recuerdo, porque yo me críe en esa zona, y lo recuerdo además porque poseía una bicicleta Mister de esas antiguas. Hablo de la hacienda de aquel entonces, los mismos reproches de siempre, que los jóvenes no se quedan a cuidar de sus tierras, que todos han emigrado. ¿Quién se ocupará de las tierras cuando la mayoría de los jóvenes hayan migrado a lo largo de toda la costa peruana? ¿A Lima? Que desconsuelo. (Me imagino que se ocuparan los campesinos de los andes, que parecen haberse mudado a la costa en gran cantidad). Mientras MC se queda con el Sr. Quispe yo me dirijo a San Javier, a penas una iglesia pequeñísima, unas cuantas casitas, por lo que mi escurridiza visita apenas dura 15 minutos, pero por suerte en el camino me encuentro con unos peones, que quieren que les tome una foto, ¿Por qué no? A mí me fascina conversar con ellos, intercambiamos palabras. MC parece preocupada. Más tarde me pregunta qué hacia con los peones y yo: Pues conversando.
Saliendo desde Palpa el orden de aparición de los pueblos es el siguiente:


1.- San Javier / Juárez
2.- Changuillo
3.- San Juan
4.- Cabildo
5.- Coyungo

Luego de terminar con este recorrido tenemos que hacer una parada en La lengua, un poblado que se encuentra más al sur en la Panamericana, pero que está alejada de la ruta de Coyungo. Cuando llegamos a ella, ya eran casi las 4:00 de la tarde, por lo que apenas la visitamos, el factor cansancio a veces es un obstáculo en el conocimiento, y lo mismo el factor tiempo, y es que no se le puede exigir al chofer que se quede más de 15 minutos en un lugar, pues ya comienza a hacer muecas extrañas, aunque no es poco lo que se le paga por llevarnos de un pueblo a otro durante todo el día. Esta fue la última parada, ahora debemos regresar a Palpa, donde el descanso se hace necesario.

El Ingenio (Ica)

A las 7:30 de la mañana ya estamos camino al Ingenio, de nuevo comenzaremos por el final para terminar por le inicio. Al llegar al pueblo del Ingenio nos damos con la grata sorpresa de ser una típica comunidad afroperuana, con una mayoría cuantitativa, donde se pueden observar gentes de todas las edades, y algunos andinos. En este lugar conocimos a un excelente profesor llamado Mauro Baltazar Lizarbe Mansilla, quien ha publicado varios libros, entre ellos uno titulado Líneas y geoglifos e historia de El Ingenio-Nasca. Él nos invitó al colegio donde enseña y nos habló de la realidad del lugar. Los jóvenes desean quedarse en su pueblo, pues cuentan con un instituto en el que desarrollen sus habilidades.
Más tarde, partimos a San Pablo. El río está cargado, no podemos cruzar; es increíble ver a un río rugiendo de esa manera. Proseguimos camino a El Estudiante, apenas algunas casas, algunos pobladores. Bajamos unos momentos a observar el centro poblado, pero en vista que no existen pobladores afros continuamos camino hacia San José. Aquí la iglesia de San Francisco es lo más notable (1744), está a punto de caerse, su estilo barroco nos traslada a otros tiempos, donde los ricos señoritos de las haciendas se hacían cargo de estas tierras ahora abandonadas. Desde la casa hacienda la vista es preciosa. Posee una plaza bastante modesta, que es idéntica a varias que hemos visto en el recorrido por Ica. Los nuevos pobladores tienen mucha influencia andina, los rostros han cambiado, pero la manera de pensar parece quedar intacta. Al final, lo que importa no es color de la gente, tampoco si es más o menos afro. Los tambores se llevan por dentro me dijo una vez Mónica Carrillo y tiene mucha razón. Acá en San José todavía quedan algunos rostros afros. Después Otra vez en la carretera rumbo a Palpa. Mañana debemos ya partir de esta zona, nos toca ver la zona de Nazca. El recorrido de la zona del Ingenio desde Palpa es el siguiente:

1.- San José
2.- El Estudiante
3.- San Pablo
4.- El Ingenio

Acarí (Arequipa)

Sólo unos días nos quedamos en Palpa, era necesario venir a Acarí donde aún quedaba la última de las comunidades afro, en un lugar llamado El Pueblo viejo. Para llegar a Acarí hay que pasar por un desierto muy grande, precioso al atardecer, callado, pensativo. Pasar también por el balneario de Lomas, muy bello con sus casitas de colores, todas de madera. La gente de Acarí utiliza este balneario como lugar de encuentro en el verano. Ya en Acarí, lo primero instalarse en la ciudad misma, pues el otro llamado El Pueblo es para ellos el Acarí antiguo, el turístico. En motoneta nos dirigimos al día siguiente, esperanzadas en encontrar más afrodescendientes. Fuimos premiadas, un grupo numeroso habitaba aquel lugar tranquilo, con su plaza antigua, su iglesia bien cuidada, gorriones revoloteando las campanitas que posee, y la gente un poquito desconfiada por la cámara me imagino. La cámara es un elemento que muchas veces asusta a los pobladores, por lo que la mayoría de las veces se opta por sacar fotos sólo después de la entrevista. En fin, encontramos a un anciano llamado Juan Falconi, de Pisco, que ahora pasaba sus últimos años en aquel lugar tan lejano. Con una magnífica vista al Cerro del Toro. Desde su humilde casa podemos observar además el camino que conduce al campo, por donde de vez en cuando viene gente con sus burros, cargando bultos, gente en motos, en bicicletas. El Acarí tradicional, como lo llaman es muy bello, la verdad ellos vivirían tranquilos sin la visita de turistas e investigadores.
Además fuimos a la hacienda Chocavento, pues MC sentía la nostalgia de Canto de sirena, de Gregorio Martínez. Cuando estuvimos allí lo primero que vimos fueron unos añejos olivos, repletos de sus frutos, que nos llamaban a posarnos bajo sus ramas, pero el calor incesante nos hizo cambiar muy pronto de opinión, por lo que debimos seguir camino hasta la misma hacienda, bastante conservada, perteneció alguna vez a la familia Denegri.
Ahora, solamente algunos campesinos muy amables pasan de vez en cuando. Todos los que iban apareciendo parecían venir de otro tiempo, todos afros, todos dando vueltas alrededor de la hacienda, con sus ropas blancas, parecían fantasmas, recordándome la realidad de otros tiempos. MC logro conversar con un anciano, tardo mucho tiempo, la verdad yo estaba muy alejada para observarla, yo me encontraba observando las muchas puertas de la hacienda, que eran de color rojizo, mientras disfrutaba del aire fresco de la mañana. Tratando siempre se reconocerme en los afroperuanos porque además de poseer ascendiente chino, andino, también tengo de afro, y por lo mismo trato de entender a estas comunidades tan maravillosas.
Todo lo quiero investigar, para entender a mis ancestros, es difícil tratar de fusionar todo, pero es una tarea que me da muchas satisfacciones, pues bien me puedo encontrar un día celebrando el Carnaval en Chuquibamba (Arequipa), otras veces solitaria en la acequia en La Pilca (Piura), observando huerequeques en Cahuachi (Ica), recogiendo pasto en el arrozal en Camaná con la tía de MC. Lo cierto es que haciendo estos viajes entiendo más mi país, pues sentada en mi computadora en Lima, nunca será lo mismo que vivir estas experiencias en vivo.

Nazca (Ica)

Acá la tarea era visitar muchos escritores de temas afroperuanos, lo cual nos tomo dos días con sus noches, el resto lo dedicamos a las ruinas de Cahuachi (donde logramos avistar Huerequeques) y a las líneas de Nazca. La ciudad resulta un poco cara, siendo sus hoteles bastante deficientes en cuanto a disposición del agua y servicios, además fue un poco cansado tratar de ubicar a ciertos autores que nunca pudimos ubicar, pues se encontraban radicando en Lima. Todos se conocen en Nazca, por lo que fueron fáciles de encontrar otros dos autores, pero de eso hablaremos en otra oportunidad. Acá la mayoría de los habitantes tienen influencia andina, tan es así que pudimos celebrar una mañana de domingo a la mamacha Candelaria, por habitantes de Puquio y Lucanas (Ayacucho). La llevaban en hombros, la hacían bailar al ritmo de la música, todo en la puerta de la Iglesia. Los bailarines con sus cintas de colores no dejaban de moverse, movidos por la alegría del momento. Los Nazqueños nos dijeron que ya hace tiempo la gente de Ayacucho y Huancavelica habita entre ellos, y por supuesto han llegado con sus maravillosas costumbres. Y este fenómeno se repite en todos los lugares de la costa a donde vamos, siempre hay un pueblo de la sierra que ha venido ya hace muchos a vivir entre ellos. Nazca no fue la última ciudad que visitamos, aún nos quedaban varios puntos por visitar en Pisco, específicamente en el distrito de Independencia, lugar en el que se visitaron las siguientes comunidades:

Pisco (Ica)


En Pisco se visitaron las siguientes comunidades:

1.- Manrique, que se encuentra al final del recorrido, comenzando siempre por el final para terminar por el principio. Esta comunidad es representativamente afro, pues por lo menos existe un 90 % de afrodescendientes, mostrando influencias andinas, pero donde aún la etnia subsiste a pesar de las influencias externas. Las casas son alguna de material noble y muy pocas de quincha. Tienen un nuevo parque, que parece reflejar su mejora. En los momentos que fueron visitados (horas de la mañana), se preparaban para alguna celebración comunal, pues ya estaban empezando con la instalación de toldos. Observamos la presencia de varios ancianos afros, que caminaban por la comunidad, pero que parecían bastante reservados, por lo que solamente pudimos tomar fotos y hacer preguntas a los más jóvenes sobre cómo llegar a las otras comunidades cercanas.

2.- El Palto, la segunda comunidad visitada es bastante diferente a la anterior, pues parece detenida en el tiempo, aún persisten las casitas de barro, la gente tiene actividades todas relacionadas con la agricultura. Presencia de varios ancianos, pero que no querían ser interrogados. El pueblo en general es bastante pequeño, apenas dos cuadras paralelas, una pequeña iglesia que no pertenecía a la católica y que parecía tener bastante repercusión en la comunidad. A pesar de todo Milagros logró conversar con una anciana, al tiempo que yo me dedicaba a tomar notas del lugar y fotografías del sitio. En este lugar la conclusión es que aún tienen población afro, pero con una marcada influencia andina. Según conversaciones con MC, la posibilidad de persistencia de la etnia afro es casi nula. Lo cual es una verdadera lastima, pues sus costumbres están cambiando sustancialmente, y aunque aún tienen algunas de sus costumbres han perdido otras, como la del zapateo, el uso del cajón es nulo, las décimas casi se diría extintas.

3.- San Jacinto, tercer pueblo visitado se encuentra un poco más alejado de la carretera, por lo que debemos acercarnos en mototaxi. Observamos, como siempre, que la gente tiene que ir a pie a sus casas y al campo, por lo que la vida se les debe hacer un poco más dificultosa, siendo el costo de las mototaxis un poco excesiva para la zona donde se encuentra, por lo que la gente opta por ir a pie. Cuando llegamos al lugar podemos observar que el pueblo tiene apenas de unas cuatro cuadras por cinco, pero al menos está poblada de numerosas afros.
Poseen una cancha de fútbol, con pasto sembrado, que se encuentra en muy mal estado y que parece ser el centro de reunión del poblado, desde allí pude observar unas 10 moras que aún persisten de la época de la hacienda San Jacinto, misma que se cae a pedazos, debido al último terremoto sucedido en la zona de Ica.
En realidad, las autoridades deberían haberlo derribado, pues es un peligro para la poca gente que la visita. Además, lamentablemente encontramos que la gente era explícitamente desconfiada, manifestándolo con sus hoscas miradas. De otro lado observamos que la cancha de fútbol se encuentra en total abandono por parte de las autoridades y los pobladores, que en ese momento se encontraba repleta de basura, habiendo además un contingente de zancudos que no lo dejan a uno ni respirar. En el resto de los centros poblados no se presentó este problema a pesar de encontrarnos cerca de los sembríos, por lo que la presencia de los zancudos se debe a la falta de fumigación y probablemente a la humedad que rodea a esta comunidad.

4.- San José fue la cuarta y última comunidad visitada, se encuentra a dos metros de la carretera de ingreso a la zona. Apenas son dos o tres cuadras de fondo por dos cuadras de frente. Aunque parezca mentira este pequeño lugar es bastante difícil en cuanto a su acceso, pues los perros de los vecinos imposibilitan el ingreso. Además nuestra presencia puso sobre aviso a los vecinos que al vernos se refugiaron en sus casas, debido a que ninguna persona los visita, se sienten intimidados cuando los desconocidos vienen a su vecindad, por los tuvimos que retirarnos lo más pronto posible. Cuando ya íbamos de salida, una de los pobladores (descendiente afro) nos indicó que ya de la hacienda no quedaba más que un ficus gigantesco, que se encontraba justamente a la entrada de su casa, con el cual por supuesto nos tomamos fotografías. Con una anciana también estuvimos conversando, ésta era de ascendencia andina, pero parecía conocerse la vida al derecho y al revés de la hacienda de entonces. Luego de media hora, un poco resignadas, cuando ya nos retirábamos apareció de la nada un anciano afro, que entró en el campo, acomodo el maíz sobre unos costales, su silueta se perdía en medio del atardecer que lo hacía ver como una aparición de otros tiempos, parecíamos volver de nuevo a la época de las haciendas cuando vencidos por el calor de la tarde los esclavos recogían el fruto de su trabajo para extraños que lo tenían sometido al yugo de sus lamentos. Pero parecía además un vencedor en medio de esa pampa, con sus arrugar prietas, fuertes, había vencido al tiempo, ahora dueño de ese topo, decidía el tiempo de ver sus campos.
Finalmente, regresamos a Pisco, habíamos conseguido observar comunidades aún intactas, que a pesar de las influencias externas lograban imponerse a pesar de las generaciones pasadas. Mientras en las primeras comunidades la presencia andina fue rotunda, en estas, por encontrarse un poco más retiradas de Pisco, aún mantenían embanderado el color de sus ancestros.
Al día siguiente aún nos esperaba más trabajo, visitar la Biblioteca Municipal por más datos que nos ayudarán en este trabajo y luego acercarse a la caleta de San Andrés, donde la visita a una bióloga sería una fascinante experiencia, pues sus colecciones son bastante interesantes y la biología, la ecología y la oceanografía son algunas de las cosas que más me fascinan después de la literatura, por lo que estuve a mi gusto mientras duró esta pequeña entrevista.
Al día siguiente ya estábamos sentadas en el autobús de regreso a casa. Ya nos esperaba Lima, pues los citadinos necesitamos de esa pequeña dosis de cemento y tormentoso ruido.

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