El pasado sábado Kimbafá deleito a El Carmen con su ritmo valeroso. Siempre interpretado con una fuerza traída desde muy adentro, con sus singulares instrumentos que son tomados de los elementos que se usan en la vida cotidiana, así por ejemplo, usan carritos de ambulantes, afiladores, baldes, entre otros, que llenaron con su estertor la abigarrada plaza de El Carmen, cuando propios y extraños se congregaron a disfrutar de su espectáculo, memorable por cierto. Además de ellos, también la gente del Carmen hizo diferentes bailes que llenaron a todos de emoción. Yo, cerca del atrio, colocando mi mano sobre el mismo, pude experimentar una sensación muy extraña en todo mi cuerpo, mientras mi alma parecía viajar de nuevo a África. Mientras tanto Milagros Carazas disfrutaba de este ejemplo de espectáculo con los niños del Carmen, que parecían hechizados con cada uno de los bailes, con cada uno de los pasos, con cada broma, con cada pantomima, que hizo esa noche de todos los asistentes un poco niños, para satisfacción de mi persona. Tomar fotos a Kimbafá es tarea ardua, pues no se detienen en ningún momento, llenos de un frenesí que llenaba todo el inolvidable cielo de El Carmen.
Además de los de Kimbafá tocó un sexteto de Jazz, pero lo más rescatable es el percusionista y el que tocaba el cajón, a los otros aún les hacía falta agarrar la honda de la música afroperuana. Se hacían llamar grupo de música afroperuana, pero para serlo se necesita a mi parecer más cantidad de músicos afroperuanos o al menos afro descendientes. Lamentablemente solo existía uno de ellos, por lo que la música no se sentía como tal. Quien si sorprendió fue una baterista americana invitada (afroamericana) que descolló mostrando sus magníficas habilidades de música. Ahora no recuerdo su nombre, pero en ese momento pensé ojalá esta muchacha se quede en El Carmen a enseñar este arte maravilloso de tocar la batería.
Sobre Jazz recuerdo haber gozado ya de esta música en los Estados Unidos (New Orleans), mientras unos músicos callejeros, todos afroamericanos de muy avanzada edad tocaban uno el saxo, otro la trompeta, sin hacer mella en su fuerza interpretativa, mientras que la saxofonista de este sexteto llamado afroperuano realizaba un esfuerzo sobre humano. Me imagino que esto se debe a la falta de experiencia.
Además recuerdo haber visto en esa oportunidad en New Orleans una muchacha de ascendencia china que los acompañaba, pero en su mayoría eran de origen afroamericano. Sin embargo, ellos no se hacían llamar grupo de origen afroamericano, a pesar de una gran presencia de ellos en el grupo musical, eso me parece, por que los unía en ese momento era la música en general y la venta de sus cds, que también, al igual que este sexteto peruano trataban de vender su producto a la gente que había asistido al pequeño musical que se realizo en El Carmen. Muy pocos compraron sus cds por cierto el sábado cuando tocaron aquellas notas discordantes con el lugar. Y aunque fueron aplaudidos por el público, me imagino que nadie se percato que dicho sexteto estaba conformado por una inglesa, cinco peruanos, dos de los cuales eran de origen europeo, dos de origen andino y el único afroperuano.
Por otra parte cuando el afanoso director del grupo musical trataba de llevar el ritmo de la baterista americana o del cajonero afroperuano, se podía observar los esfuerzos inútiles por coordinar con su ritmo con el de los de origen africano, ya que siendo el otro más pausado y melodioso nunca lograba alcanzar los tonos de la música afroperuana por más intento que hicieran.
Por lo demás la presentación del espectáculo estuvo bastante lograda en lo que respecta a los lugareños y al grupo Kimbafá. Todo el mundo hizo su mayor esfuerzo, los trajes fueron muy sencillos, pero los sentimientos que imprimieron en cada uno de sus bailes fueron bastante resaltantes, por lo quenada se puede objetar de ellos. Incluso la rapidez entre números fue muy rápida, mientras que el quinteto de Jazz se demoró más de media hora en la afinación de sus instrumentos para desesperación de los presentes. Aún así, valió la pena quedarse más allá de la 1:00 de la madrugada a disfrutar de este magnífico equipo de gente llamado Kimbafá, sobre todo por lo embelesados que encontraban los niños del Carmen al disfrutar de los bailes que este grupo tan especial dio al público que aturdido por los golpes de sus palos, botellas, y afiladores lograron naturalmente expresar el ritmo afroperuano. ¡Qué viva la música afroperuana!
Me comentaba Milagros Carazas que cuando ella vino hace 20 años a El Carmen no existían pistas asfaltadas y que le daba la sensación que con el terremoto de Pisco, el gobierno había por fin construido las pistas para se pudieran comunicar Chincha con El guayabo, San José y El Carmen, lo cual es verdaderamente lamentable. Esperar a que haya una desgracia para recién prestarle la debida atención a las poblaciones más olvidadas y emblemáticas de nuestro país. Lo que me recuerda la presencia de un contingente de extranjeros, fotógrafos e investigadores el día de la realización del evento en El Carmen, lo que nos lleva a pensar que El Carmen tiene un potencial muy alto en cuanto a turismo, investigación académica acerca de su música y costumbres que por lo visto puede ser explotado (en el buen sentido de la palabra) por investigadores, músicos, etc. Y además gozado por los extranjeros y peruanos que se den el trabajo de ir hasta allá para disfrutar de todo lo que nos tiene deparado un día en este pueblo tan musical. También pude observar alguna que otra artesanía en la Casa de la mujer, pero me parece que alguien debería asesorarlos con el tallado de madera y la cerámica, pues la artesanía que vendían en aquel momento estaba hecha de cerámica al frío y sería mejor una hecha de materiales donde los rasgos afroperuanos de sus personajes sean más detallados y esto no se puede lograr en cerámica al frío, pues se ven como personajes caricaturizados.
Hablando de otro tema, el parque de El Carmen es muy apacible, con sus palmeras alineadas, presenta desde la iglesia un atardecer precioso que bien podría parecerse a alguno que he observado en algunas ciudades del norte de nuestro país como Sullana, cuyo paisaje nos recuerda un poco a las islas caribeñas. Lamentablemente en este viaje apresurado realizado por MC y su servidora no pudimos llevar la cámara fotográfica apropiada por lo que tuvimos que llevar una de bolsillo, pero aún así la belleza de las palmeras de El Carmen es indiscutible. Lo mismo le sucede a la pequeña, pero bella iglesia, que con sus imágenes nos transportan a la época de la colonia.
En fin hay pues muchos motivos para ir a pasar unos días por allá, incluso existe un pequeño hospedaje municipal, que muy bien puede satisfacer a cualquier turista que quiera pasar unos días tranquilos en medio de árboles de pecana, calles tranquilas, gente amable y sobre todo la soledad que debería acompañarnos a veces, mientras meditamos sobre nuestras vidas.
martes, 11 de enero de 2011
Kimbafá vibró en El Carmen
Algarabía de los niños carmelitanos. MC divirtiéndose con Kimbafá.
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