lunes, 7 de marzo de 2011

Camaná: Sus playas y arrozales

Atardecer en Playa La Punta (Camaná)



Milagros Carazas y Tania Agüero Dejo en El mirador El Inca cerca de Huacapuy (Camaná)



Detalle de arrozal en Camaná



Miguel Carazas fabricando una red para pescar camarones



Vista de una guaracha contruida en un árbol en San Jacinto (Camaná)

Descripción de Camaná




La primera vez que vine a Camaná fue hace más de veinte cinco años, cuando mi padre aún vivía. Él era un buscador de playas, siempre me habló de las playas de Camaná, que eran muy grandes y muy bellas. Cuando llegamos viniendo de Tacna en un viaje de vacaciones recuerdo que trataba de imaginarme como en sus playas. Después de varias horas de viaje llegamos a la ciudad de Camaná, era un pueblito pequeño, con apenas una pollería en la plaza de armas. Lo recuerdo bien, pues mi estaba un poco ofuscado por no encontrar donde comer a sus anchas. Lo cierto es que después de pasar el tiempo necesario para almorzar nos dirigimos a sus tan nombradas playas. Ellas se podían observar desde lejos, eran amplísimas, parecían nunca acabar. Mi padre, muy emocionado se metió con el pequeño auto que teníamos, muy cerca de la orilla. Allí, estaba mi padre, se olvido por un largo momento de nosotros, corrió hacia el agua y no quien lo detuviera, ni las voces que daba mi padre, allí nos quedamos con las toallas y los paquetes, que luego tuvimos que acomodar. Él ya estaba dentro del agua gozando de una cálida tarde de verano, yo lo observaba desde la orilla, preguntándome: ¿Hasta dónde llegará hoy día mi padre?. Se perdió en el horizonte, así que como buena niña me dirigí a hacer un castillo de arena. La playa era muy ancha. Cuando pasaron las horas y quisimos salir de la arena, el pequeño auto de mi padre no pudo. Recuerdo que un señor con camioneta lo tuvo que ayudar a sacarlo de la arena, pues la emoción de meterse al agua, lo había hecho olvidar el peligro de las arenas, cuando tu auto no es un 4 x 4. Pero mi padre era muy impetuoso y nada lo hubiera detenido.

Hoy en día las playas de Camaná han cambiado mucho, el mar ya no se encuentra tan lejos, apenas existe orillas para los bañistas. La mayoría está concentrado en el Playazo, en las bebidas alcohólicas y en la diversión, antes en cambio, los bañistas íbamos a eso, a bañarnos. Felizmente las familias camanejas aún van para bañarse, pero la gente que baja de Arequipa parece preferir el Playazo. En realidad esto sucede en el verano solamente, el resto del año los camanejos pueden vivir su vida con la lentitud que los caracteriza.

El arrozal es muy representativo para Camaná, pero es arrozal no es sólo esperar la ciega, tampoco llevar todo para el molino. Estar en el arrozal significa descansar a la sombra de un sauce, vigilar que los ladrones no se lleven parte de la cosecha, disfrutar del canto de las aves, tratar de entender a los campesinos que se encuentran haciendo su faena. Algunas tardes se puede ir con los parientes al arrozal, esconderse entre los matorrales, junto con una sandía o algo de merendar, observar a lo lejos las maquinarias que van sacando el arroz que más tarde será llevado al molino. Estando en el arrozal, puedo sentir el vuelo de los pájaros muy cerca mío, el murmullo del viento que inquieto pasa y repasa por los miembros de mi cuerpo. Alguna lechuza impertinente asomando entre los sauces, el ruido acompasante de la choca, o al chirote surcan el cielo de vez en cuando con el pecho colorado. Estar en medio del arrozal es para Milagros Carazas poder recordar a su abuelo Manuel, a su padre Jesús, al tío Mañuco....ella parece perderse en sus pensamientos cuando se oculta bajo las sombras de los sauces, cuando mira hacia el horizonte, cuando se acerca a la acequia queriendo interpretar sus aguas, cuando en medio de su soledad, disfruta del pasado camanejo.


Nota: Más adelante se describirán distritos de Camaná y también zonas geográficas de Arequipa, como Chuquibamba, Aplao, Corire, entre otras. En las mismas se publicarán fotos de los bellos paisajes majeños.

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